domingo, 29 de diciembre de 2013

"Lo único que necesita una gran actriz..." - Vaca 35 Teatro en Grupo

Programa de mano - "Todo lo que necesita una gran actriz..."
A veces me sucede, cuando voy al teatro, que se produce un momento único en el que advierto una "chispa", por lo general en algún nimio detalle, que me anticipa la grandiosidad de lo que estoy a punto de descubrir.

Anoche me enamoré de unos zapatos negros de baile, que colgaban de la pared por una cinta roja, nada más entrar en el espacio donde se representaba la función. Aquellos zapatos eran ese propio y personal destello que me hacía saber que estaba ante una obra grande.

El espacio era pequeño, y me atrevería a decir que "orgánico". Olía a comida. Me sentí cómoda en su penumbra, y enseguida me quité el abrigo que llevaba puesto, pese a la temperatura de la estancia, pero yo no quería encima ropas que me estorbaran.

No, yo me quería sentir como en casa. Cercana a ellos. Mejor dicho, a "ellas", sus dos actrices protagonistas, que ya estaban en escena cuando llegamos, inmersas en su propio mundo, sin dejar de mirarse a los ojos.

Todo seguiría siendo una sorpresa para mí, que aún no sabía que me podría deparar la obra, pero que ya se veía iluminada por esos zapatos de baile, y el pequeño altarcito de la Virgen, y aquellas dos mujeres respirando, tan distintas entre sí (una, pequeña y delgada, y la otra, corpulenta y obesa; una, esmirriada y la otra, titánica) que parecía que una pudiera engullir a la otra en su abrazo hasta hacerla desaparecer.

Lo cierto es que la pequeña se movía como un ratón, y mostraba un apetito voraz y una furia de tormenta, y la mujer grande era una mole de rabia y energía gritando amor a los cuatro vientos, en toda su exuberancia, en cada gesto. Aquel teatro era pura desnudez en un espacio tan reducido que milagro fue que no me manchara la ropa de salpicaduras de agua o comida que volaron por el aire (¡que dominio magistral ese de lanzar cosas en la escena y que no le lleguen a dar al público!). Sin embargo, no fue eso lo que ocurrió con mi propia persona. "Lo único que necesita una gran actriz..." está rezumando amor: Lo grita, te tira del cabello y te rasga las vestiduras. Te rompe las ideas. Te estremece en su ancho abrazo de amor.

Hacia tiempo que no me susurraban un cuento al oído, ni que un espacio de teatro tan íntimo desataba en mí semejante caudal de ternura como en esa última escena. Eso es amor. Desnudez, compromiso, sencillez. Verdad compartida. La belleza de la fealdad. Detrás de cada grito, de cada emoción, llanto, puño en rostro, rabia, desenfreno, late el amor. La imperiosa necesidad del amor por ser reconocido.

Teatro rezumando amor.

Arranco los aplausos en lo oscuro, sin vacilación. No seremos más de nueve personas allí presentes, y entre ellos se cuenta el director. Al término de los aplausos, me hubiera gustado darles un abrazo muy cálido a ambas actrices. Si hizo frío en la estancia, yo ni me he enterado. Pero hoy estoy tímida, y la penumbra me impone respeto, así que les ofrezco un sencillo "Enhorabuena", y les doy las gracias por su trabajo.

Lo mismo que hago ahora mientras escribo estas líneas.

Agradezco al equipo de Vaca 35 su esfuerzo y su apuesta creativa. También les agradezco la cordial bienvenida, en forma de programa de mano y chupito de aguardiente para espantar el frío y otro tipo de males, como una mente llena de prejuicios o unas emociones rígidas y encorsetadas. No, ese no es el tipo de ejercicio que te espera cuando asomes a ver el inmenso trabajo de este colectivo artístico, que juega con la verdad y remueve por sus emociones puras.

Si quieres ir a verlos, y que nadie te lo cuente, están en el Matadero hasta el 12 de enero.

jueves, 26 de diciembre de 2013

La Pensión de las Pulgas

Fotografía: Mirabilitas
Se llama Cara, y es una estudiante norteamericana de intercambio que se encuentra en Madrid durante un año para perfeccionar su español. Nos conocemos en Nochebuena, en casa de los padres de una de mis mejores amigas. En cuanto me revela su interés por ir a ver teatro en la ciudad, no lo dudo ni por un segundo:

- "¡Tenéis que ir a la Pensión de las Pulgas!"

- "¿Pensión de las Pulgas? ¿Y eso como se dice en inglés?"

Les hablo apasionadamente de su programación, de "MBIG", soberbia adaptación de José Martret sobre el clásico de Shakespeare, "Macbeth", del inminente reestreno de "Breve ejercicio para sobrevivir" (de grato recuerdo tras su paso por La casa de la portera hace apenas un año) y del próximo proyecto, "Dorian", sobre texto de Carlos Be y con dirección de su propio autor.

Me faltan palabras para poder expresar lo mucho que me ha impactado la experiencia, y mi tremenda impaciencia por volver. Porque quiero volver, sí, y hacerlo con amigos ¡con muchos amigos! Con toda la gente que sea posible. Y que llevo haciendo campaña toda la semana, entre amigos y conocidos, con la ilusión puesta en volver muy pronto.

Finalmente, aprendo que "Flea Hotel" es la traducción al inglés de "La pensión de las pulgas".

miércoles, 25 de diciembre de 2013

El Año de "El intérprete"

Fotografía: Mirabilitas


Sin duda alguna, este ha sido el Año de "El intérprete", y para muchos, el año del descubrimiento de Asier Etxeandia.

Para mí, en cambio, ha sido el año del: "¿Pero cómo no os disteis cuenta, antes de ahora, de que ese gran hombre ya estaba ahí? Un artista inmenso, inconmensurable, que lleva años en la profesión, y sigue trabajando tan duro como el primer día"

(Continuará)

martes, 24 de diciembre de 2013

¿Por qué ir al teatro? (Una reflexión muy personal)




Alguien me preguntó una vez:

- "¿Qué pasa en tu vida cuando no vas al teatro?".

Tras detenerme unos segundos a meditarlo, la respuesta fue:

- "Nada"

Y prosiguió:

- "¿No lo echas de menos? ¿No tienes mono? ¿No sientes que te falta "algo"?"

De nuevo, esta fue mi respuesta:

- "Lo cierto es que no"

Tal es la cosa. Uno se podría permitir pasar una vida entera sin pisar una sala de teatro y morir sin haberlo hecho, que su existencia no sufriría grandes variaciones ni tal cosa sería tomada por un escándalo.

Sin embargo, es cuando voy al teatro que me doy cuenta del modo en que éste enriquece mi vida y la hace mejor: más grande, más bella, más hermosa... Luminosa, sorprendente, creativa. Con mil colores y formas. Llena de luces ¡infinitas luces!

En negras horas de desconsuelo, el patio de butacas ha sido útero, regazo maternal y el lugar en el que he llorado mis penas al cobijo de lo oscuro, sin temor a ser descubierta. Sin miedo a partirme en pedazos.

El teatro también ha sido esplendor en mis horas más felices. Casa grande de puertas abiertas y moradores generosos, que lo entregan todo por el más sincero amor.

El teatro es casa. El teatro es refugio. El teatro es certeza cuando todo a mi alrededor se tambalea.

El teatro es ese lugar al que siempre quiero regresar. Sin él no es que me falte nada, pero con él lo tengo TODO.

Feliz Navidad.


lunes, 23 de diciembre de 2013

La Espectadora (II) - Guía de uso y disfrute - Dedicatoria

En este cuaderno de notas, en ocasiones baúl de viaje y en otras una sencilla maleta llena de fotos y recuerdos, los contenidos se desarrollarán entre presente, pasado y porvenir. No habrá un orden lineal en las historias, aunque sí un paraje común a todas ellas: el Teatro.

El Teatro será la locomotora, y cada retazo de memoria será uno de los vagones por los que podremos desplazarnos a través del tiempo durante este viaje compartido.

Y ahora, permitid que le dedique unas palabras a un niño, amigo mío, al que le prometí que algún día me haría mayor y escribiría:

Mi querido niño Asier,

Te dije un día (y muchos días juntos) que nunca te abandonaría. Y que seguiríamos jugando, ahora y siempre, gracias al poder de nuestra imaginación.

Pues bien ¡ya me he hecho mayor! Y te escribo estas líneas para decirte que cuando mis palabras emocionen al mundo (aunque sea a una única persona en el mundo), su verdad y su belleza estarán ahí gracias a ti y solamente a ti, porque tú me estarás acompañando.

Eres precioso siempre.

Un abrazo de giganta.

Aquí da comienzo un camino, que también forma parte del regalo.

domingo, 22 de diciembre de 2013

La Espectadora

Me bautiza con ese nombre (el gran) Jorge Calvo. Siempre ha tenido ojo para amadrinar proyectos, y fue él quien, de forma casual, vino a dar con el nombre de este blog, que pretende contar mis andanzas como espectadora de teatro.

Nos conocemos desde hace algunos años, y siempre dice que el día que se instaure la categoría de Premio Max al Mejor Espectador, el galardón será para mí.

Yo soy más modesta, y me conformo con seguir disfrutando de ir a ver teatro y ser La Espectadora, sin más. Recogiendo el generoso regalo de esa nutrida familia de artistas que se deja la piel y entrega el corazón ante, sobre y tras el escenario.

Algunos pasajes de esos momentos vividos conformarán las páginas de este libro abierto, memoria de mis viajes, canción de amor inacabada y siempre viva, dedicada al Teatro.

Porque vosotros hacéis el mundo más bello; porque sois el pulmón de una sociedad en constante necesidad del oxígeno de las ideas; porque hacer teatro es militancia, y a vuestra manera, sois resistencia. 

Porque sois el espejo en el que toda sociedad debe mirarse. 

Porque, en definitiva, sois los moradores de mi "casa grande", mi patria del alma: el Teatro.

Bienvenidos a estas páginas. Ésta también es vuestra casa.